Lo que hay en el interior crea lo que hay en el exterior. Cada persona contempla la vida a través de sus propios filtros y su creencias.
Es como si cada uno de nosotros tuviéramos unas gafas con las que contemplamos la vida. Esas gafas tienen filtros de colores y cristales que aumentan o disminuyen la importancia de las cosas. Esas gafas nos guían a enfocarnos en unas cosas o en otras.
Nuestras creencias limitan la realidad que percibimos y nos guían a enfocarnos en las cosas que concuerdan con esas creencias.
Pongamos el ejemplo de una persona que sufre daltonismo, es decir, que tiene cierta incapacidad para distinguir uno o varios colores. Esa persona puede percibir muchas cosas pero tiene una limitación. Esa limitación le impide apreciar otras muchas cosas en función del color o colores a los que afecte su condición de daltónico.
En la vida nos ocurre eso a todos. No necesariamente en el sentido de que no podamos distinguir algunos colores, sino en el sentido de que dependiendo de nuestras creencias y nuestros filtros personales, hay cosas que no vemos y que pasan desapercibidas en nuestra vida.
Creencias y limitaciones
Cada creencia que tenemos nos limita la forma de ver el mundo. Hay creencias muy limitantes y otras que lo son menos, pero todas y cada una de ellas nos condicionan a la hora de ver y experimentar la vida.
Cualquier persona que tenga mucha rabia en su interior, solo podrá percibir la vida tras el filtro de esa rabia. Quien acumule mucho odio en su interior, solo podrá experimentar una realidad en la que el odio esté presente en prácticamente todos los aspectos de su vida. Por ese motivo es tan importante tomar conciencia de las emociones que reprimimos y vamos acumulando a lo largo de la vida. Esas emociones tienen el poder afectarnos a la hora de ver y experimentar las cosas.
Con las emociones o creencias positivas ocurre lo mismo. Aquellas personas que tiene amor en su corazón suelen ver el lado bueno de la vida. Tienen la capacidad de ver lo mejor de cada persona con la que se relacionan. Y eso les permite tener una experiencia de la vida más agradable y feliz.
Es importante mirar dentro de nuestro corazón y ver qué emociones hemos ido acumulando en su interior. Solo así podremos sacarlas a la luz y darles conciencia. Así impediremos que sigan marcando todas y cada una de nuestras experiencias.
Tenemos que perdonarnos a nosotros mismos y a cualquier persona involucrada en la creación de esas emociones negativas. De lo contrario nuestra vida solo será un reflejo de toda esa desarmonía.
El perdón hacia uno mismo y hacia los demás es una de las mejores herramientas que existe para sanar nuestra vida.
Puede parecer que al perdonar a otro estamos cediendo, dándole la razón o aprobando sus actos, pero en realidad solo estamos aligerando nuestra propia carga emocional.
Al perdonar a otros liberamos la emoción que nosotros estábamos experimentando. No importa si el otro tenía o no razón. No importa si lo que el otro hizo estaba bien o mal. Lo único que tenemos que ver es que si no perdonamos, la carga la llevamos nosotros no el otro.
Perdonar es un acto de sanación personal.
Si yo odio a alguien, mi odio seguro que de una forma u otra le llega a la persona que odio, especialmente si tenemos en cuenta que a un nivel sutil y espiritual estamos todos conectados, pero lo que está claro es que la primera persona que experimenta ese odio soy yo. Porque ese odio está en mí. Por eso hay que empezar a perdonar y amar sin demora.
Desde el interior creamos lo exterior. Lo que hay en el interior de cada persona le da forma a la experiencia externa que esa persona experimenta. Lo interno altera la percepción de lo que hay en el exterior y hace que veamos y vivamos las cosas de una manera determinada. Así que si quieres cambiar tu vida, no te ocupes de lo que ves fuera. Ocúpate de lo que hay en tu interior. Ahí es donde están todas las creencias que te hacen ver y experimentar la vida como lo haces.